Fue una mañana del otoño del 2.000, en uno de esos pueblos de la Terra Alta por Tarragona, asentados sobre una colina y alrededor de la cual ruedan los campos y el mundo.

Era una mañana fría con un sol radiante. Por las calles apenas se veía gente o algún que otro gato. En aquel pueblo de angostas calles y viejas casas, el reloj se había detenido y la existencia se desperezaba.

Al final de la calle, una pequeña plaza con algunos bancos mirando hacia el valle, como si de una sala de estar se tratase en donde te sientas para ver discurrir la naturaleza en su plenitud.

En uno de esos bancos, Antonio, con las manos entrecruzadas y apoyadas sobre la curva del bastón, contemplaba la inmensidad, mientras disfrutaba de las caricias del sol.

Buenos días … Buenas, ¡jovencete! … ¡¡Hombre!! Jovencete, jovencete, ya no…

¿Tiene prisa en ser viejo?

Y allí sentados se pasaron las horas de larga conversación; Antonio de 87 años, de joven había venido desde Andalucía, Jaén, hacia la comarca, para trabajar en las minas y al poco se enamoró de María una catalana.

…Era muu fea y mu suya pero estaba muuu buena y eso que me pasaba un palmo de altura…

Antonio sobrevivió a los rojos y luego a los fachas y vivió  aventuras largas de contar. Esquivó la muerte en diversas ocasiones, entre ellas los tres intentos de asesinato por parte de su mujer.

¿Sabe usted…? Mi mujer también me quiso «pulir» hasta en tres ocasiones….

No me lo creo.

Si, si hombre, tres veces me mandó al hospital y a las tres sobreviví…

¿Está en prisión?

No no … vivimos juntos y felices…

¿No estará usted de broma?

Mira… cocinaba mal… mu mal… vamos que ni a ella le gustaba lo que cocinaba y yo me quejaba. Encima yo tenía mal el cuerpo, porque en la guerra mezclábamos harina con serrín para que el pan fuese más pan y eso me estropeó la tripa. Ella, como lo sabía, se aprovechaba y me propinaba todo tipo de malas comidas. Un día hizo una fabada… Ufff estaba aquello de rechupete. Comí y comí hasta no poder más y ella no hacía más que llenarme el plato. Cuando acabamos me dice – vete a dormir y muérete pronto.

¡¿Seria en broma?!

Nada de eso. Me fui pa la cama y empecé a sentir un peso, vamos, como si llevase plomo en la tripa. Y venga pedos y más pedos, los echaba hasta por las orejas. Pero cuando llegó la noche parecía que me iba a reventar. ¡¡María, María!! ¡¡Ayúdame que me muero!!

…A ver si es verdad y de esta te mueres…. Se largó al comedor y se acostó en el suelo mientras yo rabiaba de dolor. Por la mañana se fue a cuidar las gallinas y suerte que entró Xavi.

¡¡Antonio, Antonio!! ¿Dónde estás? … Xavi…. Xavi, ayyyyy que me muero. Se me acercó Xavi. Yo estaba tan hinchado como los cerdos cuando después de matarlos les quemas el pelo… se quedan hinchados a reventar…

¿Qué te pasó?

… Que me pasé con la fabada y me muero… y venga sudar y dar pedos. Así que me llevó al hospital y allá me quedé cuatro días hasta poder volver a casa.

¿Y porqué no le dijo a Xavi que María le había intentado asesinar?

¡¡Hombre!! ¿Y si no me muero y la meten en prisión? Una mujer así no es fácil de encontrar.

Y… ¿volvió a casa? ¿No tenía miedo de que lo intentara de nuevo?

… Si!! volví y le pregunté si de verdad me había querido matar y me dijo… ¡¡Pues claro!! Que te crees… que está una para que le echen toda la vida broncas por la comída.

…Nunca más me quejé de su comida, pero por buena que fuese nunca me pasaba no fuera a ser que volviera a llenarme la tripa de mala manera y la pifiara.

…Vaya …

..Pero… aii…

Antonio se saca un pañuelo blanco y arrugado y se limpia la cara pese a que no sudaba. Uno diría que se preparaba para, ante la puerta del cielo y a la vista de San Pedro, confesar todos los pecados.

…Me eché a la bebida… ¿Cómo?

Si si… empecé a beber… Culpa de ella porque me ponía la copa y antes que me diera cuenta la volvía a llenar e yo no caía. Así que un día nos sentamos al fuego y me dice:

No sabes beber… no me extraña; por allá abajo no hacéis más que aceite y no conocéis el vino.

Fíjate que cosas tienen estos Catalanes… que en Andalucía tierra del mejor vino del mundo, no conocíamos el vino. Incultura… Tu sí que no sabes nada de vino… esto que hacéis aquí no es vino… uno lo bebe y es como si se bebiera la sangre de un gato

¡¡Pues sí!! … anda, bébete esto… Y se trajo una botella de Orujo. Ella hacia que bebía, pero nada y no hacía más que llenarme el vaso, después vino un licor de hierbas que le había preparado su hermana y no sé qué más. Total, que al final, cuando yo ya empezaba a enturbiarme, va y me dice…

A ver si de esta te mueres ya de una vez

¡Chico! que cogorza… A la mañana, yo sudaba como si me hubiese duchado y hasta creía que volaba… no veía la habitación y todo rodaba por el aire; la cama, la mesa, las sillas… Por la mañana se me acerca y me dice… ¿¿Todavía vives?? … Y se larga a cuidar las gallinas. Luego vino el mosén del pueblo…

¡¡Antonio!! ¡María!! … Y entra en casa. En aquellos tiempos nunca cerrabas la puerta no como ahora que te agujerean hasta las paredes para robarte. Mosén… aaaiii mosén… toy aquí… que me muero. Y me llevó al hospital y allá estuve cuatro días

Y ¿volvió a casa?

¡Hombre!! ¡Pues claro!!… con los años, ahora era más fea pero estaba mu buena… Una mujer así no la encuentras así como así y más a mi edad que ya empezaba a quedarme más feo que ella.

Pero ¿de verdad que le quiso matar? ¿No sería que usted se emborrachó tanto que…?

Cuando me vio entrar me dijo…  ¿Y no te has muerto??? ¿Será posible?… María ¿de verdad que me querías matar? … ¡¡Claro!!… no hay mujer que le guste vivir con un borracho.

Y dejé de beber… solo un vasito a las comidas y nunca la dejaba llenarme el vaso.

Jo… y ¿siguió con ella?

¡Pues claro!

¿No le daba miedo que lo intentase de nuevo?

Cuando sales a la calle también te pueden atropellar ¿no? Y sales cada día… Pasaron los años y no me daba criaturas. Así que un médico nos dijo que ella no los podía tener. Era steril.

¡Estéril!

Si eso… que no le salían, vamos, que no estaba completa por dentro.

Y ¿siguió con ella?

…Pues claro… mi mujer en la cama era canela en rama… eso era cosa difícil de encontrar.

¡¡Vaya!!

Pero a mí eso de no tener chiquillos me amargaba. Así que me fui a trabajar a Tarragona, de jardinero un tiempo en casa de un médico que venía por el pueblo.

¿Y ella se quedó aquí sola?

… Pues claro…  era solo por unos meses. Así que un día me vino a visitar y trajo un jarabe que le había preparado una bruja de otro pueblo.

¿Bruja,!? … ¿bruja o a usted le parecía bruja?

…No, no… esa era bruja, bruja de verdad, vamos que no se andaba por las ramas. A más de uno conozco que le echó un hechizo y el hombre se secó en dos días.

¡¡Joder!! ¿Y el jarabe era para usted?

No, no, era para ella para ver si así se quedaba preñada. Así que se acostó y bebió y yo para ayudarla… ya me entiendes… para hacer ambiente como se dice ahora, también me lo tomé y me acosté a su lado. A la hora me desperté y ella ya no estaba, pero yo me puse malo, malo, malo. Vamos que vi el diablo, rojo, rojo como la sangre, de pies a cabeza, con cuernos y cola de lagartija

¡¡Joderr!!

… Me moría… y escuchaba voces…

¡Jo!

… ¡Sí! La escuchaba a ella diciéndome… Querías preñada pues ahora vas a saber lo que es eso… ¡Ya tá… me había envenenado de nuevo!

Pero ¿¡si ella también bebió!?

Si claro pero la bruja seguro que le dio alguna poción para que el veneno no le hiciera efecto.

Ufff… ¿está usted seguro de eso?

Si hombre que luego me lo contó. Me quería cepillar porque estaba harta por amargarla tanto por los chiquillos. Suerte que vino el médico a la caseta del jardinero e yo casi muerto me tuvieron cuatro días en el hospital. Que si lavativas, que si inyecciones…

Supongo que le explicaría al médico que estaba envenenado ¿no?

No… Que va… le dije que había comido un animal que encontré muerto… Si no me muero y luego ella va a prisión ¿qué?? Volví a casa y me comentó lo de la poción de la bruja.

¿Y se pelearon?

…¿Pa qué? Nunca más le calenté la cabeza con los chiquillos y hasta hoy…

Y ¿no tiene miedo de que lo vuelva a intentar?

… ¿Y qué? Algún día hay que morir, digo yo…

Bueno, bueno… a ver; a decir verdad esto es un cuento inventado por usted ¿no?

Chiquillo que a mi edad ya no se dicen mentiras… ¿Tienes cosas que hacer ahora?

¡¡No!!

Pues vamos a mi casa a comer un choricillo y a conocer a María…

¿No me envenenará?

Y si lo hace no te vas a enterar.

Así que nos levantamos en dirección a su casa: ¿Habría llegado mi hora?

Era una casa de dos plantas, vieja como las demás, de interior pequeño sencillo pero limpio y ordenado con un gran patio trasero. Antonio y María vivían en la planta baja y arriba otra familia.

¡María! Te traigo un comensal.

…Bueno días Sra. María…

María era un palmo más alto que Antonio; hombruna, delgada, la cara arrugada por los años y los ojos tristes… sus manos eran largas y finas, para nada se asemejaban a las de las trabajadoras del campo que a fuerza de tanto trabajar se le engrosan los dedos y las manos. Viéndola, sin conocer su historia, uno diría que de joven había sido atleta o modelo.

…Lo encontré por la plaza, que iba el hombre como el gato buscando pa comer y, como no hay bar, te lo traje pa que comiera algún resto…

…Oiga, oiga Antonio…

…Tú te callas que aquí va a comer la mar de bien.

Sentados en la mesa y mientras degustábamos el pan con tomate, aceite y rodajas de chorizo, el dialogo fluía. De tanto en tanto Antonio me miraba de reojo, buscando la complicidad, mientras que en su cara se intuía cierta alegría traviesa.

¡¡María!!… Me explicó Antonio que un día comió tanta fabada que estuvo a punto de palmarla.

De eso nada… De joven, por los desiertos de Andalucía y por aquí durante la guerra siempre comió mucha porquería y por eso tenía mal la tripa. Cualquier cosa que comía le sentaba mal y siempre me tiraba a mí las culpas. Como sabía que le gustaba la fabada, un día le pedí a una que vivía por aquí y que era de Asturias que me preparase una buena fabada…

¡¡aaah!! Eso no me lo habías contao tu… o sea ¿que no la cocinaste tú?

¿Cuantas veces has visto comer fabada por aquí? Bueno lo cierto es que quería que comiese hasta reventar… pero ya lo dicen… mala hierba nunca muere y este parece que tiene siete vidas.

Antonio, mientras, corta otro trozo de pan y deja escapar una risita traviesa.

También dice que le emborrachó a muerte…

De eso nada… Le dió por beber y llegaba todos los días borracho a casa. Así que me cansé y un día le di de beber todo lo que quiso. Pensé que de esa vez sí que se moría… pero no se murió.

Jo… ¿y no era más fácil envenenarlo con algún ungüento mortal?

Lo hice con una tisana de hierbas, en Tarragona. Me traía amargada; no me dejaba respiro, siempre con la cama. Era un guarro no quería más que cama.

¿Y falló?

Si… tuvo suerte por estar en la casa del médico.

Y ¿por qué no se divorció?

¿Y luego qué? En aquellos tiempos no era como ahora y además yo tenía un niño pequeño…

¡¡aaah!! Me mintió… Antonio me dijo que usted no podía tener hijos

Y es verdad… el que tenía… fue de la guerra… y luego me quedé mal

Perdón…

Perdonado está… coma, coma, que no enveneno a la gente.

Y entonces ¿desistió de asesinarlo?

No… pero ahora me hace falta.

Y ¿son felices?

María dirige su mirada a Antonio mientras a este le desaparece la alegría de la cara y trasluce la expectación por una respuesta inesperada. Su boca entre abierta y sus ojos viejos se expresan como un niño grande que espera, con sorpresa y avidez, la confirmación, el regalo oculto y tanto tiempo esperado. Sus manos y todo su cuerpo están tensos, a la espera.

Bueno digamos que no nos va mal… se corrigió y más le valió porque si no ¡¡lo mato!!

Antonio se ruboriza y se ríe… en su cara la satisfacción, la complacencia de saberse querido.

Y el día transcurrió entre historias de ambos.

Chiquillo lo bueno de esta vida es vivir pa contarlo…